- Durante el trabajo del Núcleo Milenio ERIS, la divulgación científica se consolidó como un eje central, promoviendo el pensamiento crítico y la participación temprana de niñas y niños en espacios de saber.
La divulgación científica ha sido uno de los pilares del Núcleo Milenio ERIS, tanto como motor de participación ciudadana como herramienta para la formación de las futuras generaciones. Comunicar la ciencia es una responsabilidad ética y política para quienes producen conocimiento. Este proceso ha representado tanto un desafío intelectual como una experiencia humana y transformadora, que ha demostrado la importancia de transmitir el saber científico de forma clara, cercana y con vocación educativa.
La ciencia también se cuenta. Esa fue una de las convicciones fundamentales que guiaron el trabajo del Núcleo Milenio ERIS a lo largo de su trayectoria. Para Álvaro Rojas, Investigador Principal de ERIS, la divulgación científica no es una tarea secundaria ni un accesorio del trabajo investigativo, sino parte esencial de su sentido. “Creo que una responsabilidad social de los investigadores es la de promover la cultura científica a través dela comunicación directa con las personas, ya sea a través de charlas u otras actividades de divulgación. Nuestra meta debe ser la de transmitir ideas que permitan a la sociedad comprender y valorar la importancia de la ciencia como la forma que hemos encontrado de entender la naturaleza, y como un propulsor del desarrollo tecnológico y social.”, afirma.
Desde esa premisa, ERIS desarrolló múltiples actividades de divulgación científica orientadas especialmente a comunidades escolares, en particular en territorios históricamente marginados del circuito académico. Estas experiencias no solo permitieron acercar la ciencia a niñas y niños, sino que también transformaron a quienes estuvieron del lado de la enseñanza.
Sara Vitali, estudiante de doctorado del núcleo, recuerda con entusiasmo cada una de estas instancias: “Me sentí estimulada y motivada a participar activamente, incluso cuando los temas eran desafiantes. Fue precisamente ese ambiente de exigencia, combinado con el respeto del equipo, lo que me impulsó a crecer. Siempre me sentí escuchada, sin juicios. Esa confianza fue clave para mi desarrollo”. Para Sara, la divulgación es un componente vital de la labor científica: “No se puede subestimar el valor de aprender a comunicarse con el público. Más aún si ese público son jóvenes en formación. Ahí está el verdadero impacto”.
Desde otra perspectiva igual de entusiasta, Anell Cornejo, también estudiante de doctorado en ERIS, destaca la potencia emocional y simbólica de estas actividades: “Fue una de las experiencias más lindas de mi etapa universitaria. Poder compartir con niñas y niños en lugares como Mulchén fue muy significativo. Yo también viví algo así cuando era estudiante, y fue lo que me hizo soñar con ser científica. Hoy pude devolver ese gesto”.
Anell subraya que, más allá de enseñar, las y los divulgadores también aprenden en el proceso. “Las preguntas de los niños, su curiosidad, me hicieron ser mejor comunicadora. Me recordaron que la ciencia puede ser divertida, emocionante y comprensible para todos. Eso es lo que tenemos que transmitir”.
Para ambas estudiantes, divulgar es sembrar. Sembrar preguntas, asombros, posibilidades. Pero también es construir una ciudadanía más crítica, más informada, más empoderada. En palabras de Rojas, “si logramos que una niña se pregunte por qué llueve, cómo se forma una estrella, o qué es una célula, ya estamos haciendo una ciencia más justa, más humana, más viva”.